Uno de los fenómenos más impresionantes, en la
crisis angustiosa que padece el mundo de nuestros días, es, a no dudarlo, la
falsía, el disimulo, la simulación y la hipocresía, con que hoy el mal se
esconde, se disfraza y se adueña progresivamente de las instituciones más sanas
y refractarias al influjo del error y del vicio. Son las infiltraciones
sigilosas, imperceptibles, que, después de entrar sin ser sentidas, se
expanden, y se adueñan, y dominan, y corrompen, y asocian a los incautos a los
ataques demoledores de los adversarios; son “las falsas derechas”, que pululan
hoy en todas partes, para destruir, desde dentro, engañar a los buenos y
paralizar, cuando menos, las legítimas defensas de los que luchamos o queremos
luchar por la conservación y defensa de nuestro patrimonio espiritual.
También en la Iglesia o, por mejor decirlo, en los
hombres y organizaciones humanas de la Iglesia, abundan, en estos calamitosos
tiempos, “las falsas derechas”, los emboscados, los que aparentan defender la
Fe y la moral, cuando en verdad la combaten, la falsean y la destruyen. Esta ha
sido el arma eficacísima de la conspiración secular judeo-masónica-comunista,
para realizar esa que el “Pontífice” llamó “la autodemolición” del catolicismo.
Los enemigos están dentro; aparentan defender
nuestra causa; hablan de progreso, de nueva primavera, de acomodamiento, de
período difícil de transición; pero, en realidad, dirigen afanosos sus certeros
y demoledores golpes hacia la misma meta que persiguen nuestros más rabiosos
enemigos. Las infiltraciones en la Iglesia son el peligro más grave, la amenaza
más aterradora para el Catolicismo contemporáneo.
Una persecución sangrienta no hubiera sido más
funesta para la Iglesia.
Y esas infiltraciones abarcan todo el organismo
viviente de la Iglesia. Infiltraciones judaicas, infiltraciones masónicas,
infiltraciones comunistas, que todas ellas vienen a ser la misma cosa, Por eso
el lenguaje del “progresismo” se asemeja tanto al lenguaje de la Kabala, del
talmud, de las logias y sectas esotéricas del comunismo internacional.
No debemos sorprendernos de esta confusión. Ya el
mismo Divino Maestro nos lo había predicho “Guardaos de los falsos profetas,
que vendrán a vosotros revestidos con pieles de oveja, pero por dentro son
lobos rapaces”. El redil se encuentra ahora infestado de esos lobos revestidos
con pieles de oveja, que son muchas veces recibidos con honores y halagos por
los mismos pastores a cuyo cuidado está la defensa, conservación y bienestar
del rebaño.
Charles Davis (ex jesuíta inglés), considerado como
uno de los peritos conciliares de mayor significación y como el mayor teólogo
británico antes que abandonara la Iglesia Católica, afirma: “Sin dudar un
momento, yo admito como un hecho evidente, que hay fuerzas, dentro de la
Iglesia Católica Romana, contrarias a su estructura actual, que están tendiendo
a la disolución o eliminación de las Instituciones existentes… La presente
estructura institucional de la Iglesia Romana implica un particular concepto de
la verdad. Si la nueva concepción de la verdad cristiana triunfa en su esfuerzo
por ser la dominante, ello originará, en mi opinión, la disolución de esa
estructura. Desde este punto, yo creo que los temores de los conservadores
están bien fundados”.
Esta es una confesión de parte, hecha por un
infiltrado que supo y pudo escalar los altos puestos de la Iglesia, hasta
llegar a ser considerado como uno de los “expertos” conciliares. ¡No hay duda!
La Iglesia está llena de infiltrados, que pugnan por hacer el juego al enemigo
y reformar o reestructurar la obra divina a su antojo y capricho. Con razón
escribe el mismo Davis: “Capítulo tras capítulo de volúmenes post-conciliares y
de discursos de Rahner, Küng, Schillebeek y otros peritos, claramente
demuestran sus puntos de vista completamente anticatólicos y su inconformidad
con los resultados actuales del Concilio Vaticano II, para no mencionar otras
creencias oficiales católicas”.
Estas infiltraciones no son el fruto de una
generación espontánea. Alguien las hizo. Fueron planeadas con tiempo, con
paciencia, con experimentos, con dinero. Fueron realizadas con suma habilidad,
con tacto exquisito, con inteligencia diabólica. Al observador consciente, que
estudia, que compara, que asocia los rasgos semejantes y comunes; no puede
pasar inadvertida la presencia de una conspiración universal, que lleva los
caracteres inconfundibles del “mecanismo materialista” del judaismo
internacional, que, hoy como ayer, pugna por eliminar a Cristo, por destruir la
Iglesia.
Las palabras de San Pío X, en su Encíclica
dogmática “Pascendi Diminici Gregis”, parecen adquirir un sentido profético:
“Hablamos. . . de gran número de católicos seglares y, lo que es aun más
deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia,
faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología, e
impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos
errores debidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se
presentan, con desprecio de toda modestia, como “restauradores” de la Iglesia,
y, en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la
obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del Divino Redentor,
que, con sacrilega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”.
Y las palabras que siguen en la Encíclica,
responden al sofisma con el cual se pretende hoy solapar las herejías y los
inauditos desmanes de esos innovadores: “Tales hombres se extrañan de verse
colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se extrañará de
ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios,
conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos
de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero, quien dijere que ésta (la
Iglesia) no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos
traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro; en nuestros
días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas
venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable, cuanto
más a fondo conocen la Iglesia”.
Así habla un Papa y un Santo, que no sólo tenía la
asistencia del Espíritu Santo, sino que supo en su virtud heroica, en su celo
infatigable por la Iglesia y en su total entrega a Dios, corresponder a las
gracias y carismas recibidos, para cumplir fidelísimamente su altísima misión.
Por eso no teme denunciar a los “infiltrados”, ni llamar con su propio nombre a
los enemigos de Dios y de la Iglesia.
Y continúa el Santo Pontífice: “Añádase que han
aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a los débiles renuevos, sino a la
raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol y
en tales proporciones, que no hay parte alguna de la fe católica donde no
pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper”.
No creo se pudiera expresar con mayor energía, con
mayor claridad, y con mayor luz divina la situación pavorosa, indescriptible,
por la que está pasando en su agonía y calvario la Iglesia fundada por Cristo.
Con razón Teilhrad de Chardin prefería permanecer
dentro de la vieja estirpe romana, para efectuar, desde dentro su diabólica
reforma, no sólo en las instituciones, sino en la misma Fe: una reforma total y
radical, llevada a cabo por los enemigos infiltrados en el seno de la Iglesia,
con hábitos, con sotanas, con títulos, con prelaturas, tal vez con las más
altas dignidades.
Mas, la audacia de los enemigos ha sido mayor; para
impedir la reacción saludable, para frustrar toda legítima defensa, ellos han
organizado diabólicamente “las falsas derechas”, que, simulando estar con la
Tradición, con los grupos que quieren defender la Iglesia, en realidad
infiltrán las partes sanas del organismo y secretamente siguen las consignas y
apoyan las tácticas calculadas del enemigo. “Las falsas derechas” son más
peligrosas, tal vez, que los enemigos abiertos y descarados.
Esta es una táctica también eminentemente judía.
Cuando en los Estados Unidos, se organizó una saludable resistencia contra la
corrupción y el desorden imperantes, un hebreo se prestó a encabezar ese
movimiento. Golwater, antes de su elección como candidato del Partido
Republicano, hizo una de las compañas más espectaculares en la historia del
pueblo americano, denunciando con energía inaudita los males gravísimos que
estaban destruyendo la integridad de la nación. Pero una vez elegido candidato,
su campaña fue tan torpe, tan absurda que precipitó inevitablemente la derrota
de los republicanos y la paralización trágica de aquella saludable y necesaria
reacción.
Es un caso en América, como podríamos también citar
otros casos semejantes en Europa. ¿Qué es la Democracia Cristiana? Fachada
cristiana y fondo comunista. Un partido que ha comprometido los intereses
nacionales, la paz interna de los pueblos donde impera y que cautelosamente ha
¡do preparando el advenimiento del socialismo comunizante. El alcalde de
Florencia, La Pira, con sus inexplicables conexiones en el Kremlin y en el
Vaticano supo preparar el triunfo cada vez más inminente del comunismo en
Italia y tal vez en el mundo.
Otra “falsa derecha” la tenemos en Francia. Casi no
me atrevo a nombrarla, porque se muy bien que con su dinero ha logrado
“enrolar” a mucha gente. Sin embargo, callar es cobardía. Se trata de la obra
de Jean Ousset. Es indudable que su actividad editorial y publicitaria ha sido
y es grandiosa. Pero, no hay una lucha franca; no hay una confrontación
abierta,- hay un cuidado esmerado en no nombrar nunca al enemigo. Yo he hablado
varias veces con Jean Ousset; él ha admitido que mis observaciones son
correctas; pero a mí no me han convencido las explicaciones o los argumentos
con que él defiende su posición, al parecer, inexpugnable. No quisiera ofender
ni lastimar la personalidad de éste escritor católico. Si lo asocio entre las
“falsas derechas” es porque sus actos así lo proclaman. De sus internas intenciones
yo no juzgo; sólo Dios es el juez de las conciencias.
En España hay también sus “falsas derechas”. Aquí
el problema es más espinoso para emitir un juicio categórico. No obstante hay
que decir algo de lo mucho que pudiéramos decir. Yo recuerdo, en tiempos ya
pasados, aquel grupo fundado por el P. Ángel Ayala, S.J., llamado el grupo de
los “Propagandistas católicos”. La ¡dea era magnífica: preparar a los
defensores de la Verdad. Sin embargo, no todo fue como se había planeado.
Durante la República, Gil Robles, “propagandista católico”, quizo salvar a la
Patria y a la Iglesia asociándose al enemigo y jugando con él el juego
democrático. De los “propagandistas” salió también don Joaquín Ruiz Giménez, a
quien conocimos en México y cuyos “Cuadernos para el Diálogo” han sido y son el
escándalo permanente, que, simulando catolicismo, nos hablan de marxismo.
En México hemos tenido muchas “falsas derechas”.
Desde los tiempos de la persecución religiosa no faltaron enemigos solapados
que, afirmando defender a la Iglesia, hacían pactos secretos con sus enemigos.
No hablo de los traidores, no hablo de los Judas que vendieron al Maestro.
Estoy hablando de los infiltrados en las organizaciones auténticamente
católicas, de los que hablan de lucha y de defensa, pero parecían hacer huelgas
de “brazos caídos”; hablo de los que siempre estaban inconformes con lo que
otros hacían, de los que eran “largos en contallas y cortos en facellas”; hablo
de los que encontraban dificultades e imprudencias en todas las iniciativas, de
los prudentes “secundum carnem”.
Los días amargos de la sangrienta persecución
religiosa, que deberían haber unido estrechamente a todos los católicos de
México, es decir, a todo el pueblo mexicano, fueron en realidad motivos de
divisiones, de resentimientos, de amargas inconformidades. Los que habían dado
en verdad la batalla, los heroicos cristeros, los miembros de la Liga Defensora
de la Libertad Religiosa, la gloriosa A.C.J.M. (Asociación Católica de la
Juventud Mexicana), fundada por el R. P. Bernardo Bergoend, fueron postergados,
traicionados, olvidados por los defensores de última hora, los oportunistas,
que cautelosamente habían pactado con los perseguidores. ¡Así es el mundo!
Para eliminar las legítimas defensas del pueblo
mexicano, surgió entonces un partido político y una organización popular
apolítica. Los unos luchando en el campo político, haciendo el juego a la
democracia, y los otros sufriendo resignadamente las cárceles, los golpes, la
misma muerte. PAN y Sinarquismo, dos grupos antagónicos, que estaban cumpliendo
su misión histórica: salvar la revolución y permitir que siguiera adelante la
progresiva socialización de México.
Ahora, en el campo estudiantil, en el que se están
dando las más fuertes e impresionantes batallas, surge una “falsa derecha”, que
es traición a su origen y es compromiso consciente con los enemigos y es ataque
insidioso y calumnia y mentira organizada. Me refiero a MURO y todas sus sectas
ramificadas, que desde la sombra dirige la mano hebrea del Ingeniero Ramón
Plata Moreno (*). Yo saludo respetuoso a tantos jóvenes engañados, que están
animados de los más nobles anhelos de servir a la Iglesia y a la Patria y que
han sido engañados por los dirigentes de MURO. Pero, con igual sinceridad
condeno a los traidores, a los dirigentes de esa “falsa derecha”, a los que no
tienen escrúpulos para usar los procedimientos inmorales, públicamente
conocidos en todo México, que son propios de los más ruines enemigos de la
Iglesia y de la Patria.
“GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS”; es el consejo
del Maestro. “POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”. Tenemos el criterio para
juzgarlos y para descubrirlos. Hoy más que nunca hay que estar alerta y evitar
esas infiltraciones dentro de los organismos sanos y sinceros.
LAS FALSAS DERECHAS (Escrito durante el desarrollo
del mal llamado “Vaticano Segundo”), Pbro. Dr. JOAQUÍN SAENZ y ARRIAGA, S.J.
(1899-1976).
(*) Foi amigo e colaborador do Prof. Plínio Corrêa de Oliveira, fundador da TFP.
Texto extraído do blogue Moimunan.