sábado, 28 de abril de 2018

366ª Nota - As Falsas Direitas

 

Uno de los fenómenos más impresionantes, en la crisis angustiosa que padece el mundo de nuestros días, es, a no dudarlo, la falsía, el disimulo, la simulación y la hipocresía, con que hoy el mal se esconde, se disfraza y se adueña progresivamente de las instituciones más sanas y refractarias al influjo del error y del vicio. Son las infiltraciones sigilosas, imperceptibles, que, después de entrar sin ser sentidas, se expanden, y se adueñan, y dominan, y corrompen, y asocian a los incautos a los ataques demoledores de los adversarios; son “las falsas derechas”, que pululan hoy en todas partes, para destruir, desde dentro, engañar a los buenos y paralizar, cuando menos, las legítimas defensas de los que luchamos o queremos luchar por la conservación y defensa de nuestro patrimonio espiritual.

También en la Iglesia o, por mejor decirlo, en los hombres y organizaciones humanas de la Iglesia, abundan, en estos calamitosos tiempos, “las falsas derechas”, los emboscados, los que aparentan defender la Fe y la moral, cuando en verdad la combaten, la falsean y la destruyen. Esta ha sido el arma eficacísima de la conspiración secular judeo-masónica-comunista, para realizar esa que el “Pontífice” llamó “la autodemolición” del catolicismo.

Los enemigos están dentro; aparentan defender nuestra causa; hablan de progreso, de nueva primavera, de acomodamiento, de período difícil de transición; pero, en realidad, dirigen afanosos sus certeros y demoledores golpes hacia la misma meta que persiguen nuestros más rabiosos enemigos. Las infiltraciones en la Iglesia son el peligro más grave, la amenaza más aterradora para el Catolicismo contemporáneo.

Una persecución sangrienta no hubiera sido más funesta para la Iglesia.

Y esas infiltraciones abarcan todo el organismo viviente de la Iglesia. Infiltraciones judaicas, infiltraciones masónicas, infiltraciones comunistas, que todas ellas vienen a ser la misma cosa, Por eso el lenguaje del “progresismo” se asemeja tanto al lenguaje de la Kabala, del talmud, de las logias y sectas esotéricas del comunismo internacional.

No debemos sorprendernos de esta confusión. Ya el mismo Divino Maestro nos lo había predicho “Guardaos de los falsos profetas, que vendrán a vosotros revestidos con pieles de oveja, pero por dentro son lobos rapaces”. El redil se encuentra ahora infestado de esos lobos revestidos con pieles de oveja, que son muchas veces recibidos con honores y halagos por los mismos pastores a cuyo cuidado está la defensa, conservación y bienestar del rebaño.

Charles Davis (ex jesuíta inglés), considerado como uno de los peritos conciliares de mayor significación y como el mayor teólogo británico antes que abandonara la Iglesia Católica, afirma: “Sin dudar un momento, yo admito como un hecho evidente, que hay fuerzas, dentro de la Iglesia Católica Romana, contrarias a su estructura actual, que están tendiendo a la disolución o eliminación de las Instituciones existentes… La presente estructura institucional de la Iglesia Romana implica un particular concepto de la verdad. Si la nueva concepción de la verdad cristiana triunfa en su esfuerzo por ser la dominante, ello originará, en mi opinión, la disolución de esa estructura. Desde este punto, yo creo que los temores de los conservadores están bien fundados”.

Esta es una confesión de parte, hecha por un infiltrado que supo y pudo escalar los altos puestos de la Iglesia, hasta llegar a ser considerado como uno de los “expertos” conciliares. ¡No hay duda! La Iglesia está llena de infiltrados, que pugnan por hacer el juego al enemigo y reformar o reestructurar la obra divina a su antojo y capricho. Con razón escribe el mismo Davis: “Capítulo tras capítulo de volúmenes post-conciliares y de discursos de Rahner, Küng, Schillebeek y otros peritos, claramente demuestran sus puntos de vista completamente anticatólicos y su inconformidad con los resultados actuales del Concilio Vaticano II, para no mencionar otras creencias oficiales católicas”.

Estas infiltraciones no son el fruto de una generación espontánea. Alguien las hizo. Fueron planeadas con tiempo, con paciencia, con experimentos, con dinero. Fueron realizadas con suma habilidad, con tacto exquisito, con inteligencia diabólica. Al observador consciente, que estudia, que compara, que asocia los rasgos semejantes y comunes; no puede pasar inadvertida la presencia de una conspiración universal, que lleva los caracteres inconfundibles del “mecanismo materialista” del judaismo internacional, que, hoy como ayer, pugna por eliminar a Cristo, por destruir la Iglesia.

Las palabras de San Pío X, en su Encíclica dogmática “Pascendi Diminici Gregis”, parecen adquirir un sentido profético: “Hablamos. . . de gran número de católicos seglares y, lo que es aun más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores debidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como “restauradores” de la Iglesia, y, en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del Divino Redentor, que, con sacrilega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”.

Y las palabras que siguen en la Encíclica, responden al sofisma con el cual se pretende hoy solapar las herejías y los inauditos desmanes de esos innovadores: “Tales hombres se extrañan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero, quien dijere que ésta (la Iglesia) no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro; en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable, cuanto más a fondo conocen la Iglesia”.

Así habla un Papa y un Santo, que no sólo tenía la asistencia del Espíritu Santo, sino que supo en su virtud heroica, en su celo infatigable por la Iglesia y en su total entrega a Dios, corresponder a las gracias y carismas recibidos, para cumplir fidelísimamente su altísima misión. Por eso no teme denunciar a los “infiltrados”, ni llamar con su propio nombre a los enemigos de Dios y de la Iglesia.

Y continúa el Santo Pontífice: “Añádase que han aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a los débiles renuevos, sino a la raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper”.

No creo se pudiera expresar con mayor energía, con mayor claridad, y con mayor luz divina la situación pavorosa, indescriptible, por la que está pasando en su agonía y calvario la Iglesia fundada por Cristo.

Con razón Teilhrad de Chardin prefería permanecer dentro de la vieja estirpe romana, para efectuar, desde dentro su diabólica reforma, no sólo en las instituciones, sino en la misma Fe: una reforma total y radical, llevada a cabo por los enemigos infiltrados en el seno de la Iglesia, con hábitos, con sotanas, con títulos, con prelaturas, tal vez con las más altas dignidades.

Mas, la audacia de los enemigos ha sido mayor; para impedir la reacción saludable, para frustrar toda legítima defensa, ellos han organizado diabólicamente “las falsas derechas”, que, simulando estar con la Tradición, con los grupos que quieren defender la Iglesia, en realidad infiltrán las partes sanas del organismo y secretamente siguen las consignas y apoyan las tácticas calculadas del enemigo. “Las falsas derechas” son más peligrosas, tal vez, que los enemigos abiertos y descarados.

Esta es una táctica también eminentemente judía. Cuando en los Estados Unidos, se organizó una saludable resistencia contra la corrupción y el desorden imperantes, un hebreo se prestó a encabezar ese movimiento. Golwater, antes de su elección como candidato del Partido Republicano, hizo una de las compañas más espectaculares en la historia del pueblo americano, denunciando con energía inaudita los males gravísimos que estaban destruyendo la integridad de la nación. Pero una vez elegido candidato, su campaña fue tan torpe, tan absurda que precipitó inevitablemente la derrota de los republicanos y la paralización trágica de aquella saludable y necesaria reacción.

Es un caso en América, como podríamos también citar otros casos semejantes en Europa. ¿Qué es la Democracia Cristiana? Fachada cristiana y fondo comunista. Un partido que ha comprometido los intereses nacionales, la paz interna de los pueblos donde impera y que cautelosamente ha ¡do preparando el advenimiento del socialismo comunizante. El alcalde de Florencia, La Pira, con sus inexplicables conexiones en el Kremlin y en el Vaticano supo preparar el triunfo cada vez más inminente del comunismo en Italia y tal vez en el mundo.

Otra “falsa derecha” la tenemos en Francia. Casi no me atrevo a nombrarla, porque se muy bien que con su dinero ha logrado “enrolar” a mucha gente. Sin embargo, callar es cobardía. Se trata de la obra de Jean Ousset. Es indudable que su actividad editorial y publicitaria ha sido y es grandiosa. Pero, no hay una lucha franca; no hay una confrontación abierta,- hay un cuidado esmerado en no nombrar nunca al enemigo. Yo he hablado varias veces con Jean Ousset; él ha admitido que mis observaciones son correctas; pero a mí no me han convencido las explicaciones o los argumentos con que él defiende su posición, al parecer, inexpugnable. No quisiera ofender ni lastimar la personalidad de éste escritor católico. Si lo asocio entre las “falsas derechas” es porque sus actos así lo proclaman. De sus internas intenciones yo no juzgo; sólo Dios es el juez de las conciencias.

En España hay también sus “falsas derechas”. Aquí el problema es más espinoso para emitir un juicio categórico. No obstante hay que decir algo de lo mucho que pudiéramos decir. Yo recuerdo, en tiempos ya pasados, aquel grupo fundado por el P. Ángel Ayala, S.J., llamado el grupo de los “Propagandistas católicos”. La ¡dea era magnífica: preparar a los defensores de la Verdad. Sin embargo, no todo fue como se había planeado. Durante la República, Gil Robles, “propagandista católico”, quizo salvar a la Patria y a la Iglesia asociándose al enemigo y jugando con él el juego democrático. De los “propagandistas” salió también don Joaquín Ruiz Giménez, a quien conocimos en México y cuyos “Cuadernos para el Diálogo” han sido y son el escándalo permanente, que, simulando catolicismo, nos hablan de marxismo.

En México hemos tenido muchas “falsas derechas”. Desde los tiempos de la persecución religiosa no faltaron enemigos solapados que, afirmando defender a la Iglesia, hacían pactos secretos con sus enemigos. No hablo de los traidores, no hablo de los Judas que vendieron al Maestro. Estoy hablando de los infiltrados en las organizaciones auténticamente católicas, de los que hablan de lucha y de defensa, pero parecían hacer huelgas de “brazos caídos”; hablo de los que siempre estaban inconformes con lo que otros hacían, de los que eran “largos en contallas y cortos en facellas”; hablo de los que encontraban dificultades e imprudencias en todas las iniciativas, de los prudentes “secundum carnem”.

Los días amargos de la sangrienta persecución religiosa, que deberían haber unido estrechamente a todos los católicos de México, es decir, a todo el pueblo mexicano, fueron en realidad motivos de divisiones, de resentimientos, de amargas inconformidades. Los que habían dado en verdad la batalla, los heroicos cristeros, los miembros de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, la gloriosa A.C.J.M. (Asociación Católica de la Juventud Mexicana), fundada por el R. P. Bernardo Bergoend, fueron postergados, traicionados, olvidados por los defensores de última hora, los oportunistas, que cautelosamente habían pactado con los perseguidores. ¡Así es el mundo!

Para eliminar las legítimas defensas del pueblo mexicano, surgió entonces un partido político y una organización popular apolítica. Los unos luchando en el campo político, haciendo el juego a la democracia, y los otros sufriendo resignadamente las cárceles, los golpes, la misma muerte. PAN y Sinarquismo, dos grupos antagónicos, que estaban cumpliendo su misión histórica: salvar la revolución y permitir que siguiera adelante la progresiva socialización de México.

Ahora, en el campo estudiantil, en el que se están dando las más fuertes e impresionantes batallas, surge una “falsa derecha”, que es traición a su origen y es compromiso consciente con los enemigos y es ataque insidioso y calumnia y mentira organizada. Me refiero a MURO y todas sus sectas ramificadas, que desde la sombra dirige la mano hebrea del Ingeniero Ramón Plata Moreno (*). Yo saludo respetuoso a tantos jóvenes engañados, que están animados de los más nobles anhelos de servir a la Iglesia y a la Patria y que han sido engañados por los dirigentes de MURO. Pero, con igual sinceridad condeno a los traidores, a los dirigentes de esa “falsa derecha”, a los que no tienen escrúpulos para usar los procedimientos inmorales, públicamente conocidos en todo México, que son propios de los más ruines enemigos de la Iglesia y de la Patria.

“GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS”; es el consejo del Maestro. “POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”. Tenemos el criterio para juzgarlos y para descubrirlos. Hoy más que nunca hay que estar alerta y evitar esas infiltraciones dentro de los organismos sanos y sinceros.

LAS FALSAS DERECHAS (Escrito durante el desarrollo del mal llamado “Vaticano Segundo”), Pbro. Dr. JOAQUÍN SAENZ y ARRIAGA, S.J. (1899-1976).

(*) Foi amigo e colaborador do Prof. Plínio Corrêa de Oliveira, fundador da TFP. 
Texto extraído do blogue Moimunan.

terça-feira, 3 de abril de 2018

365ª Nota - O demônio da organização



A RADIOMENSAGEM de Sua Santidade o Papa Pio XII na véspera do Natal de 1952 nos põe diante do terrível problema suscitado pelas crescentes devastações que o totalitarismo vem causando em todo o mundo: a despersonalização do homem moderno.
Para que nos possamos capacitar da profundidade que já atingiram as raízes desse mal, não precisamos fazer incursões nos arraiais do inimigo. Basta que vejamos como as próprias hostes católicas se acham contaminadas por esse flagelo. Ainda recentemente, em circunstâncias dramáticas, dizia Pio XII ser preciso "impedir a pessoa e a família de deixarem arrastar para o abismo onde tende a lançá-las a socialização de todas as coisas, ao fim da qual a terrível imagem do Leviatã tornar-se-á uma horrível realidade" (Alocução ao "Katholikentag" de Viena). É o socialismo, portanto, atualmente a maior ameaça que pesa sobre a sociedade humana.

UMA DISTINCÃO ESPECIOSA

Ora, tentam certos católicos construir uma ponte entre a Igreja e Revolução, inventando uma distinção que não se acha nos documentos pontifícios nem encontra amparo na mais elementar observação dos fatos, quanto ao que constitui a essência do que o socialismo tem de errôneo e pernicioso. Dizem eles que "a incompatibilidade da doutrina da Igreja com o socialismo, é apenas no terreno da filosofia da vida. É do socialismo materialista que a Igreja se separa radicalmente. O que ela combate não é a socialização dos meios de produção”, (Alceu de Amoroso Lima em "O Problema do Trabalho", pag. 152). "Desde que o socialismo não seja compulsoriamente ateu e totalitário, isto é, exclua os valores supremos da vida que a Igreja representa, Deus e a liberdade humana, é um sistema econômico como outro qualquer, cujas vantagens ou cujos defeitos só a prática poderá demonstrar" (obra cit., pag. 153). “... será muito mais fácil realizar a doutrina social da Igreja numa sociedade socialista equilibrada, que numa sociedade capitalista" (pag. 154). "Há um abismo entre o socialismo e o comunismo. Este não é o socialismo científico. É o socialismo místico. É um regime integral, econômico e filosófico. É o socialismo como concepção de vida. É o materialismo dialético e sociológico" (pag. 204). Constituiria, portanto, um progresso social a passagem de uma ordem de coisas capitalista para a nova era socialista: "A transição natural do capitalismo ao socialismo é o espetáculo a que estamos assistindo, Já vimos mesmo que um das grandes novidades do nosso tempo é a crise do socialismo e a sua dissociação entre socialismo-metafísico, que se baseia numa filosofia materialista e é o atual comunismo marxista e soviético, — e o socialismo-econômico, que se concretiza nos diferentes Partidos Socialistas não comunistas dos nossos dias, e se abstém cada vez mais de impor uma filosofia da vida a seus aderentes, permanecendo exclusivamente no plano econômico e deixando os problemas filosóficos e religiosos para o foro íntimo de cada um" (pag. 212).

O SOCIALISMO E A VERDADE CRISTÃ

Em primeiro lugar cabe perguntar: uma "sociedade socialista equilibrada", dominada por um Partido Socialista cuja ação se desenvolve exclusivamente no plano econômico, não estará sendo dirigida por um preconceito materialista? Não é outra a razão por que, na "Quadragésimo Anno", o Santo Padre Pio XI condena toda e qualquer espécie de socialismo, por atenuado que seja. Com efeito, ao mencionar as transformações por que passou o socialismo desde o tempo de Leão XIII, cita em primeiro lugar o comunismo como o "ramo mais violento". Em seguida passa a tratar do "ramo mais moderado, que conserva o nome de socialismo", e mostra como "mesmo depois de suas concessões à verdade e à justiça, a que fizemos menção", é "incompatível com os dogmas da Igreja Católica, já que sua maneira de conceber a sociedade se opõe diametralmente à verdade cristã".
E porque concebe o socialismo a sociedade e o caráter social do homem de forma diametralmente contrária à verdade cristã? É que, segundo a doutrina católica, "o homem dotado de natureza social, foi posto na terra para que, vivendo em sociedade e sob uma autoridade social ordenada por Deus, cultive e desenvolva todas as suas faculdades para gloria e louvor de seu Criador; e cumprindo fielmente os deveres de sua profissão ou de sua vocação, seja qual for, logre a felicidade temporal e juntamente a eterna". E o socialismo, em que vai contra esta finalidade do homem e da sociedade? Será por impor uma filosofia de vida, uma concepção de vida, ou por ser ateu? Não, isto são agravantes do ramo mais violento. O socialismo atenuado é incompatível com a doutrina católica justamente por permanecer exclusivamente no plano econômico e por não tomar conhecimento dos problemas filosóficos e religiosos. Com efeito, diz Pio XI, "o socialismo, pelo contrário, completamente ignorante e descuidado de tão sublime fim do mundo e da sociedade, pretende que a sociedade humana não tem outro fim que o puro bem-estar".
É enquanto puro sistema econômico que o Papa continua a criticar esse socialismo atenuado: "a divisão ordenada do trabalho é muito mais eficaz para a produção dos bens que os esforços isolados dos particulares; daí deduzem os socialistas a necessidade de que a atividade econômica (na qual só consideram o fim material) proceda socialmente" (doc. cit.). Mais ainda: "Pensam que a abundância de bens que há de receber cada um nesse sistema para empregá-lo a seu prazer nas comodidades e necessidades da vida, facilmente compensa a diminuição da dignidade humana, à qual se chega no processo "socializado" da produção". Como se vê, segundo Pio XI é o próprio ordenamento ou processo socializado da produção que atenta contra a liberdade do homem e contra a sua dignidade. Mesmo porque, continua o Papa, "uma sociedade como a vê o socialismo não pode existir nem conceber-se sem grande violência, por um lado, e por outro, entroniza uma falsa licença, visto que nela não existe verdadeira autoridade social: esta, com efeito, não pode basear-se nas vantagens materiais e temporais, mas só pôde vir de Deus Criador e fim último de todas as coisas". Não pode, portanto, a humanidade ser governada por forças políticas que permanecem "exclusivamente no plano econômico", "deixando os problemas filosóficos e religiosos para o foro íntimo de cada um". Equivale isto a amarrar os braços e as pernas de um homem, deixando a cabeça livre, e jogá-lo n’água para nadar.

ONDE ENTRA O DEMÔNIO DA ORGANIZAÇÃO

Essa superstição socialista da organização e do "social" levada ao campo do trabalho, da produção, da previdência social, do ensino, esse tragar de toda a atividade social pelo Estado, tendo por base a preocupação exclusiva do "puro bem-estar", essa estúpida diferenciação geométrica da esfera própria do poder temporal é que se acham no âmago do problema da despersonalização do homem moderno, segundo as impressionantes palavras de Pio XII em sua recente radio mensagem do Natal:
"O matrimônio e a família, o Estado, a propriedade privada tendem por sua natureza a formar e desenvolver o homem como pessoa, a protegê-lo e a fazê-lo capaz de contribuir, com sua voluntaria colaboração e responsabilidade pessoal, à manutenção e desenvolvimento, também pessoal, da vida social. A sabedoria criadora de Deus permanece pois, alheia a esse sistema de unidade impessoal, que atenta contra a pessoa humana, fonte e meta da vida social, imagem de Deus em seu mais íntimo ser.
"Desgraçadamente não se trata agora de hipóteses e previsões, pois já é um fato esta triste realidade: onde o demônio da organização invade e tiraniza o espírito humano, em seguida se revelam os sinais da falsa e anormal orientação do progresso social. Em não poucas nações o Estado moderno se vai convertendo em uma gigantesca máquina administrativa, que estende sua mão sobre quase toda a vida: a escala completa dos setores político, econômico, social, intelectual, até o nascimento e a morte, quer que seja matéria de sua administração. Não é, pois, para surpreender que neste clima do impessoal, que tende a penetrar e envolver toda a vida, o sentimento do bem comum se embote nas consciências dos indivíduos, e que o Estado perca dada vez mais o caráter primordial de uma comunidade moral de cidadãos".
A vida social não pode ser construída à maneira de uma gigantesca máquina industrial como fria organização de forças, como querem os espíritos totalitários.
Repete aqui Pio XII a condenação de Pio XI da "... superstição segundo a qual se daria por certo que a salvação deve brotar da organização dos homens e das coisas em uma estreita unidade, capaz do mais alto poder produtivo". É o "demônio da organização" que cega certos espíritos e os tolhe de ver a malícia intrínseca do socialismo, esse derrogar das leis que Deus colocou na base da vida social dos povos. E enquanto lavra o incêndio totalitário por toda a parte, os faz lançar gasolina sobre os escombros do que ainda resta da livre iniciativa dos grupos locais.

(J. de Azeredo Santos, extraído da revista Catolicismo, 1952)