sábado, 31 de março de 2018

364ª Nota - Infalibilidades Positiva e Negativa




“El Espíritu Santo que bajó  del cielo, guarda y santifica a la Iglesia y a sus pastores, viene en ayuda de los que están inmersos en la borrasca, ilumina a los que yerran, ayuda a los que luchan y corona a los vencedores.” (San Cirilo de Jerusalén en su catequesis)

Esto siempre ha sido aceptado pero ahora lo que siempre se ha creído es calumniado, negado, rechazado y burlado. Así que, por desgracia, pocos católicos todavía creen que la Iglesia Católica no puede fallar, porque está permanentemente asistida por el Espíritu Santo. Para muchos, esta verdad ¡cae en el idealismo, es un dulce sueño, una ilusión! Los obispos de la Fraternidad San Pío X tienen escrito lo siguiente – ¡horror! – en una carta pública de 2004: “la Iglesia Católica ya no es el faro de la verdad que ilumina los corazones y disipa el error, sino que ha  hundido a la humanidad en la niebla de la indiferencia religiosa, para caer más tarde en la oscuridad de la apostasía silenciosa... la Iglesia Católica volverá a ver la luz de la verdad y al  puerto de la salvación...” (Sobre el Ecumenismo, Apostasía Silenciosa – 25 años del  pontificado Menzingen 2004.). 

¡NO! La Iglesia Católica siempre ha sido y será siempre el faro de la Verdad! El Magisterio de la Iglesia es muy claro en esto: la Iglesia es la columna de la verdad .

Yendo un poco más en esta idea de la infalibilidad, es preciso saber que los teólogos, con base en el Magisterio, distinguen infalibilidad “positiva” e infalibilidad “negativa”

1 infalibilidad “positiva” (o absoluta): da el poder de tomar decisiones dogmáticas o morales obligatorias a todos los cristianos. (= Magisterio extraordinario del Papa);
2 infalibilidad “negativa”: consiste en la permanente divina asistencia que protege a la Iglesia del error [y las herejías]: se llama infalibilidad negativa.

El Papa, que goza de la misma infalibilidad que la Iglesia (cf. Pastor Aeternus ) está divinamente asistido por la ayuda de una prudencia infalible (infalibilidad negativa), en el ejercicio de su enseñanza y en la promulgación de leyes y disposiciones legales y litúrgicas [N. aunque pueden ser mejorables e incluso pueden empeorar las precedentes, pero siempre sin caer en el error contra la Fe y la herejía] para uso universal: Esta es la doctrina del Concilio de Trento, Pío VI y Gregorio XVI y ha sido aceptada unánimamente por los teólogos moralistas y canonistas, pero fervientemente negada por muchos “tradis” [FSSPX] haciéndose voceros del Sínodo de Pistoia condenado en 1787!

Este concepto de la infalibilidad positiva (también llamada asistencia infalible absoluta) y de la infalibilidad negativa (también llamada infalibilidad y asistencia prudencial infalible) no es de ninguna manera una invención, sino que deriva de la doctrina católica. Muchos teólogos lo han demostrado incluyendo a Tomás de Aquino, Juan de Santo Tomás, Franzelin, Journet, Pegues etc.

Si usted se niega a creer en la infalibilidad (infalibilidad negativa) de la Iglesia y del Papa, se equivoca seriamente porque es teológicamente cierto (si no es de fe) que la Iglesia universal, en su cabeza visible, no puede errar (Santo Tomás de Aquino en su Summa Theologica, Parte III, q. 25).

En varias encíclicas de los Papas se enseña que la Iglesia es:

1. “Columna y baluarte de la verdad que  recibe clara y constantemente la enseñanza del Espíritu Santo en toda la verdad” (Gregorio XVI, Quo graviora);

2. “Se rige por el Espíritu de Dios” (Pío VI, Constitución Auctorem fidei) y goza  “todos los días de la asistencia del Hijo de Dios” (Constitución dogmática Dei Filius, Vaticano I);

3. fue dotada por Jesús Cristo de un “magisterio vivo, auténtico y, además, perpetuo, que reviste de su propia autoridad, otorgado por el Espíritu de la verdad...” (León XIII, encíclica Satis cognitum)

4. “sólo la Esposa de Cristo es la fiel guardiana e intérprete infalible del depósito sagrado” (Pío XII, a los profesores y estudiantes del Angelicum).

Consiguientemente,  la Iglesia no puede errar, esto es absolutamente obvio!

Es un grave error el que se reduzcan las verdades que los fieles están obligados a guardar a sólo aquellas verdades propuestas con la máxima solemnidad.

“Afirmar que los fieles están obligados a creer sólo las verdades que han sido objeto de una definición solemne de la Iglesia, daría lugar a que antes del Concilio de Nicea no habría obligación de creer en la divinidad del Verbo; o en la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, antes de la condena de Beranger” (RPM Liberatore, SJ, El Derecho Público de la Iglesia , ed. Retaux-Bray, París, 1888).

Pero, por desgracia “hay quienes, por ignorancia o malicia, afirman que el Magisterio de la Iglesia es infalible al definir el dogma revelado por Dios, pero dicen que la Iglesia cumple este magisterio sólo cuando, por un juicio solemne, define un punto de la fe o la moral, bien en los Concilios o en los decretos papales. Estas declaraciones son absolutamente contrarias a la verdad” (RPM Liberatore).

No podemos decir “yo creo” si no creemos lo que enseña la Iglesia. Pero la Iglesia enseña infaliblemente que “el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad permanece todos los días en la Iglesia” (Obispo d’Avanzo, ponente de la Diputación  de la Fe en el Vaticano I) en consecuencia, “la herejía no puede mancillar al que está sentado en la silla de Pedro, porque  es el Espíritu Santo el que enseña por su boca” (San León I, papa, Sermón 98).

Esta verdad no es nueva porque tiene como base las promesas divinas de nuestro Señor, que se ha comprometido a asistir a su iglesia por el Espíritu Santo, todos los días, hasta el fin del mundo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros” (Acto I, 8) . “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad” (Juan XIV, 15-17). “Pero el Consolador, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan XIV, 26). “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará hasta la verdad plena” (Juan XVI, 12-13). “El Espíritu Santo os enseñará entonces  lo que habéis de decir (Lucas XII, 12).

En Canon Law Dictionary (de Dublanchy), leemos esta verdad de fe: “En cuanto al magisterio establecida por Jesucristo en su Iglesia, es evidente que la infalibilidad que se le otorgó divinamente, no es una simple infalibilidad de hecho, incluso llevado a perpetuidad, es una infalibilidad de derecho en virtud de la cual la autoridad magisterial de la Iglesia es preservada del error,  por la ayuda sobrenatural que recibe del Espíritu Santo” (IV, col. 2175).

sexta-feira, 23 de março de 2018

363ª Nota - As virtudes cristãs são as mesmas para todas as épocas



"Há os que pensam e até ensinam que o mérito do Padre está em se dedicar inteiramente ao serviço do próximo. E, por isso, não dão importância às virtudes que contribuem para a santificação pessoal, que chamam por isto mesmo virtudes passivas. E julgam que devem consagrar todas as suas forças e todo o zelo a cultivar e praticar as virtudes ativas. Esta doutrina é singularmente errônea e perniciosa. É dela que Nosso Predecessor de feliz memória escreveu com muita sabedoria (Epíst. Testem Benevolentiae, ao Arceb. de Baltimore, de 22-I-1889): 'Pretender que as virtudes cristãs variem com as épocas é esquecer as palavras do Apóstolo: aos que conheceu de antemão, também os predestinou para serem conformes à imagem de Seu Filho (Rm. 8, 29). O Mestre e modelo de toda santidade é Cristo. E quem quiser entrar na mansão dos bem-aventurados por Ele se deve regular. Ora, Cristo não muda no decorrer dos séculos. É o mesmo ontem e hoje, o mesmo em todos os séculos (Hb. 13, 8). Aos homens de todas as épocas dirige-se esta palavra: Apreendei de Mim que sou manso e humilde de coração. Por nós e para todos os tempos Cristo se mostrou obediente até à morte: feito obediente até a morte (Fp. 2, 8). Vale para todos os tempos a sentença do Apóstolo os que são de Cristo, crucificaram sua carne com seus vícios e concupiscências (Gl. 5, 24)'."
(São Pio X, Encíclica "Haerent animo", de 4-VIII-1908).

quinta-feira, 22 de março de 2018

362ª Nota - A SEPARAÇÃO ENTRE A IGREJA E O ESTADO É UMA INJÚRIA FEITA A DEUS



Por isto não podemos, sem a mais viva angústia, ver que o governo francês acaba de praticar um ato que, exacerbando no terreno religioso paixões já excitadas de maneira sobejamente funesta, parece de molde a transtornar completamente o vosso país. Eis porque, lembrando-Nos do Nosso múnus apostólico e cônscio do imperioso dever que Nos incumbe de defender contra todo ataque e de manter na sua integridade absoluta os invioláveis e sagrados direitos da Igreja, em virtude da autoridade suprema que Deus Nos conferiu, e pelos motivos acima expostos, Nós reprovamos e condenamos a lei votada na França sobre a separação entre a Igreja e o Estado como uma lei profundamente injuriosa para com Deus, a Quem renega oficialmente, erigindo em princípio não reconhecer a República nenhum culto. Reprovamo-la e condenamo-la como violadora do direito natural, do direito das gentes e da fidelidade pública aos tratados; como contrária à constituição divina da Igreja, aos Seus direitos essenciais e à Sua liberdade; como postergando a justiça e calcando aos pés os direitos de propriedade que a Igreja adquiriu a títulos múltiplos e, ademais, em virtude da Concordata. Reprovamo-la e condenamo-la como gravemente ofensiva à dignidade desta Sé Apostólica, à Nossa pessoa, ao Episcopado, ao Clero e a todos os católicos franceses. (São Pio X, Encíclica "Vehementer Nos", de 11-II-1906).

quarta-feira, 21 de março de 2018

361ª Nota - A IMPRENSA CATOLICA DE MEIAS-TINTAS É PREJUDICIAL A BONS E MAUS

"Como se poderão aprovar certos jornais que se cobrem com a etiqueta de católicos apenas porque de vez em quando relatam as audiências pontifícias ou as notas vaticanas, e que, entretanto, não somente não dizem nunca uma palavra sobre a liberdade e a independência da Igreja, mas simulam mesmo não perceber a guerra contínua que lhe é feita? Jornais que não só não combatem os erros que desencaminham a sociedade, mas também acrescentam sua contribuição à confusão das idéias e das máximas estranhas à ortodoxia, que oferecem incenso aos ídolos do momento, elogiam livros, empreendimentos e homens nefastos à Religião? Lastimemos generosamente (caso estejam de boa fé) esses pobres iludidos, que acreditam impedir a leitura de jornais maus substituindo-os por jornais ditos tolerantes, de meias-tintas e incolores que, sem converter um só de nossos adversários (que os desprezam pela simples aparência de católicos), causam o maior dano aos bons: estes, procurando a luz, encontram as trevas; tendo necessidade de alimento, ingerem o veneno; em lugar da verdade e da força para se manterem firmes na Fé, encontram os argumentos para se tornarem, em questão de tal importância, negligentes, apáticos e indiferentes. Oh, que dano causado à Igreja e às almas por esses jornais!" (São Pio X, Carta ao Vigário de Casalpusterlengo, de 20-X-1912).

terça-feira, 20 de março de 2018

360ª Nota - As leis disciplinares universais da Igreja são isentas de quaisquer erros





É doutrina católica que a Igreja não pode promulgar leis disciplinares universais que sejam em si mesmas más, danosas, heréticas ou contenham qualquer outro defeito.

“Certamente, a Mãe amorosa (a Igreja) é impecável nos sacramentos, nos quais dá a luz e nutre seus filhos; nos conselhos evangélicos, que ela recomenda; nos dons celestiais e nas graças extraordinárias, através dos quais, com a inesgotável fecundidade, gera mártires, virgens e confessores.”
(Papa Pio XII,  Encíclica  Mystici Corporis, n. 66)

“Como se a Igreja, que é governada pelo Espírito de Deus, pudesse estabelecer uma disciplina não somente inútil e onerosa para a liberdade dos cristãos para ser melhores, mas também perigosa, danosa e conducente à superstição e ao materialismo.”
(Papa Pio VI, Bula Auctorem Fidei, n. 78;  Denz. 1578 )

“[...] a disciplina sancionada pela Igreja nunca se deve rechaçar ou se ter como contrária a certos princípios da lei natural. Nunca se deve dizer que contém faltas, ou é imperfeita ou está sujeita à autoridade civil.”
(Papa Gregório XVI,  Encíclica Mirari Vos, n. 9)

“A Igreja é infalível em sua disciplina geral. Pelo termo disciplina geral se entende as leis e práticas que pertencem à ordem externa de toda a Igreja. Tais coisas seriam aquelas que afetam a qualquer coisa do culto externo, tais como a liturgia e rubricas, ou a administração dos sacramentos... Se ela [a Igreja] pudesse prescrever ou mandar ou tolerar em sua disciplina algo contrário à fé e à moral ou algo que tenda ao detrimento da Igreja ou ao dano dos fiéis, apartar-se-ia de sua missão divina, o que seria impossível.”
(Jean Herrmann, Institutiones Theologiae dogmaticæ, Vol. 1, p. 258)